El estudio de la identificación se remonta a tiempos primitivos y se mantienen a través de toda la humanidad; los historiadores mencionan como los hombres comenzaron a preocuparse por encontrar los medios para distinguir los hombres entre sí, tratado de diferenciar a los delincuentes y esclavos, por lo cual se idearon sistemas basados en la morfología del cuerpo humano, costumbres, lugar de origen, vestiduras, etc. Pero es claro que las descripciones artificiales estaban sujetas a una fácil modificación y variación por el transcurso del tiempo.
En algunas culturas se adoptaron métodos infrahumanos, como la mutilación de dedos, manos, orejas o nariz; quemaduras con hierros candentes en el rostro o la inyección de tinturas que formaban protuberancias muy visibles.
Estos bárbaros procedimientos se fueron suprimiendo, y se comenzaron a implementar otros medios a fin de resolver este magno problema de la identificación. Muchas instituciones policíacas instruían y tenían a su cargo agentes con memoria fotográfica, a quienes les hacían conocer a los criminales; Pero este procedimiento no dio resultado por el incremento constante de la población carcelaria, y el transcurso del tiempo trae consigo transformación morfológica que impide el reconociendo directo de una persona después de algún tiempo.
La aparición de la Dactiloscopia como método de identificación aparece hacia el año 1890 con la aparición de los sistemas VUCETICH y HENRY, (Escuelas
latina y anglosajona respectivamente), ambos sometidos inicialmente a varias precisiones y mejoras por los distintos servicios de identificación. Como los dos sistemas y sus derivados están arraigados en colecciones dactiloscópicas operantes que cuentan con millones de registros, es improbable que uno de ellos sea abandonado en beneficio del otro, en orden a una posible y loable unificación mundial.
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